Desde su llegada a Venus en el año 2006, la sonda europea Venus Express ha permanecido en una órbita elíptica que la llevaba desde el polo sur del planeta al polo norte –en el punto de máxima aproximación–. El objetivo, llevar a cabo un estudio detallado del planeta y de su atmósfera.
Tras ochos años en la órbita y ya con poco combustible en su sistema de propulsión, Venus Express comenzó una campaña de aerofrenado a mediados de 2014, durante la que fue descendiendo de forma gradual hasta adentrarse en la atmósfera del planeta.
Durante la fase principal de la misión, el satélite encendía los motores de forma periódica para mantener la distancia con el planeta y evitar perderse en su atmósfera. La campaña de aerofrenado pretendía justamente lo contrario: reducir la altitud de la sonda y así permitir la exploración de regiones de la atmósfera nunca antes estudiadas.
Esta campaña también sirvió para preparar futuras misiones de exploración planetaria, ya que esta técnica también se puede utilizar para entrar en órbita a planetas con atmósfera utilizando mucho menos combustible que con las maniobras convencionales.
El punto más bajo de la órbita de Venus Express se redujo de forma progresiva hasta los 130-135 kilómetros durante los meses de mayo y junio de 2014. A partir de este punto, la misión comenzó una nueva fase de operaciones científicas mientras el punto más bajo de su órbita descendía de nuevo bajo la acción de la gravedad del planeta.
El 28 de noviembre se perdió el contacto con Venus Express. Desde entonces se ha conseguido restablecer parcialmente los enlaces de telemetría y telecomando, pero las comunicaciones son muy inestables y sólo se puede descargar una cantidad limitada de datos.
“La información disponible indica que el satélite ha perdido el control de actitud, probablemente tras experimentar problemas con sus motores durante las maniobras para elevar su órbita”, explica Patrick Martin, responsable de la misión Venus Express para la ESA. “Parece probable que Venus Express haya agotado el poco combustible que le quedaba mientras ejecutaba las maniobras programadas para el mes pasado”.
Uno de los principales logros de la misión fue detectar pistas que sugieren que el planeta podría seguir geológicamente activo en la actualidad. Un estudio detectó múltiples flujos de lava que se formaron hace menos de 2.5 millones de años –ayer mismo, en una escala de tiempo geológico–.
De hecho, la misión ha detectado grandes variaciones en los niveles de dióxido de azufre en la atmósfera superior de Venus a lo largo de estos últimos ocho años. Aunque pudieran ser provocadas por las peculiaridades de la circulación atmosférica del planeta, hasta ahora parecen ser una prueba bastante convincente de la presencia de actividad volcánica.
Aunque se desconoce el paisaje de Venus, un estudio de la concentración de hidrógeno y deuterio en su atmósfera sugiere que en un pasado albergó grandes cantidades de vapor de agua, que ya han desaparecido, y puede que hasta océanos como los de la Tierra.
Al igual que nuestro planeta, Venus también está perdiendo su atmósfera superior: Venus Express detectó dos átomos de hidrógeno por cada átomo de oxígeno que el planeta está emitiendo al espacio. Una molécula de agua está compuesta precisamente por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, por lo que estas emisiones indican que el vapor de agua se sigue disociando en la atmósfera de Venus.
La misión también estudió la ‘súper rotación’ de la atmósfera del planeta: un estudio reveló que la velocidad promedio de sus vientos había pasado de unos 300 km/h a 400 km/h en un periodo de seis años terrestres.
Otro trabajo descubrió que la rotación del planeta se había ralentizado 6.5 minutos desde que fue medida por la misión Magallanes de la NASA, hace dos décadas. Sin embargo, todavía no se sabe si hay una relación directa entre la aceleración de los vientos y la deceleración de la rotación del planeta.
“Venus Express ha sido un elemento muy importante del programa científico de la ESA y, aunque las operaciones de la misión hayan llegado a su fin, los científicos planetarios de todo el mundo seguirán utilizando los datos que ha recogido a lo largo de estos últimos ocho años para realizar importantes descubrimientos que nos ayudarán a comprender mejor los planetas rocosos y su evolución”, concluye Álvaro Giménez, Director de Ciencia y Exploración Robótica de la ESA.
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