La acción humana ha sido letal en la desaparición de muchas especies, pero en algunas ocasiones nos hemos redimido mínimamente e hemos intentado devolver lo que habíamos robado a la naturaleza.
En muchas ocasiones con dejar de atacar el hábitat de las especies amenazadas es suficiente para que recuperen sus poblaciones. En otras, el esfuerzo tiene que ser similar o mucho mayor al daño provocado antes de llegar a una situación irreversible, como sucede con el rinoceronte blanco, del que solamente quedan seis en el mundo.
Al menos hay algunos casos en los que se ha podido revertir una situación crítica
1.- El caballo de Przewalski es la única subespecie salvaje que sobrevive en la actualidad, aunque lamentablemente solo lo han hecho en cautividad durante los últimos cincuenta años, ya que el último ejemplar salvaje se vio en Mongolia en 1969
2.- El oso pardo ha pasado en España de estar al borde del precipicio de la extinción a provocar un moderado optimismo en cuanto a su conservación. En 1989 solamente había seis osas con crías y en la actualidad esta cifra supera la treintena, con 57 oseznos nacidos en 2013.
Pero hay que tomarse los datos con cautela. En la zona occidental (Castilla y León y Asturias) el crecimiento de la población va a buen ritmo, pero en los Pirineos la “persecución humana” acabó con la población autóctona en 2004, aunque se han llevado a cabo varias reintroducciones.
3. El tigre siberiano, el más grande de todos los tigres, es una auténtica máquina de matar que vive en los bosques orientales de Rusia, con una escasa diversidad genética. Tras la caída de la URSS la caza furtiva casi se lo lleva por delante, pero los esfuerzos de conservación han dado sus frutos, aunque viven en grupos reducidos que son víctimas de la consanguinidad.
Los riesgos siguen siendo los cazadores furtivos, los atropellos en las carreteras que invaden su territorio, la tala indiscriminada de bosques y el mercado negro que aprecia su piel y sus huesos.
4.- El tití león dorado estaba en 2003 en una situación crítica por la destrucción de su entorno por la agricultura extensiva, la ganadería y la invasión de nuevos núcleos humanos en Brasil. A todo esto se suma el mercado de mascotas, que arrancó a muchos ejemplares de la zona en la que vivían hasta dejar en los años setenta solamente a unos doscientos ejemplares.
Una buena acción gubernamental ha asegurado que tengan un sitio asegurado en Reserva Biológica de Poço das Antas, además de mantener una población de unos 500 ejemplares en cautividad.
5.- El águila calva, se dejaba ver bien poco en los años sesenta en Estados Unidos ya que solamente había unas cuatrocientas parejas. Todo a causa de la caza indiscriminada, la misma que acabó con la paloma migratoria, el ave más abundante del país.
La prohibición de su caza y de unos pesticidades que le afectaban mortalmente provocaron que su población aumentara vertiginosamente. Este símbolo nacional, presente en su escudo, puede volver a verse ya en muchas partes del continente americano. Y ella puede campar a sus anchas sin miedo de ser cazada, con su gran visión estereoscópica, ocho veces mejor que la de un humano.
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