viernes, 22 de mayo de 2015

El CO2 no es la única amenaza



El dióxido de carbono es el gran villano medioambiental de nuestros días. Las emisiones industriales de este gas constituyen la principal causa del calentamiento global, y afectarán a la atmósfera durante décadas o siglos.

Pero los contaminantes climáticos de vida corta, como el ozono, el hollín, el metano y los hidrofluorocarbonos, no se quedan muy atrás en cuanto a consecuencias negativas.

El metano, por ejemplo, persiste diez años en la atmósfera. Los mayores emisores de este hidrocarburo son la industria del gas y el petróleo, las actividades ganaderas, los humedales artificiales –sobre todo, los extensos cultivos de arroz– y los tratamientos de desechos y aguas residuales.

Su influencia en el cambio climático es la segunda tras la del CO2. El dióxido de azufre, por su parte, tiene su origen en motores, calefacciones, quema agrícola y producción de ladrillos, así como en las industrias del gas y el petróleo. Aguanta días y provoca lluvia ácida; además, aporta un exceso de nutrientes inorgánicos a los ecosistemas y producen daños cardiorrespiratorios.

Estos compuestos pueden resultar devastadores: acaban teniendo un notable efecto tanto en el clima como en la agricultura, disminuyen la calidad del aire y son los responsables directos de enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Tanto, que se estima que provocan cada año alrededor de siete millones de muertes prematuras.




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