Si nos preguntaran cuál es el objeto más brillante del universo, seguramente el primero que se nos vendría a la cabeza sería el Sol. Sobre todo si eres de los que no puede salir de casa en verano sin gafas oscuras. Sin embargo, mirar al astro de repente puede resultar casi tan deslumbrante como dirigir la vista hacia esa primera bombilla que encendemos nada más apagar el despertador.
La luz emitida por una lámpara cercana puede parecer más cegadora que la desprendida por la estrella, situada a millones de kilómetros, debido a que la distancia mitiga su intensidad. Por la misma razón, no podemos fiarnos de esa primera intuición.
Para comparar todos los astros de manera proporcional, en astronomía se utiliza la magnitud absoluta: la medida de su brillo asumiendo que se encuentran a una distancia de 32,5 años luz. Los valores se obtienen en escala logarítmica, por lo que las cifras más pequeñas (pueden ser negativas) indican una mayor intensidad del fulgor.
Distancia entre los cuerpos situados entre el Sol y Alfa CentauriDistancia entre los cuerpos situados entre el Sol y Alfa Centauri | Foto: NASA
De acuerdo con esta asunción, el Sol obtiene un valor de 4,83. El cuerpo más luminoso del cielo nocturno es Sirius, con una puntuación de 1,4. El astro que domina Alfa Centauri, el sistema planetario más cercano al nuestro, es el tercero en claridad en las noches terrestres, con un 4,38.
La estrella masiva de mayor tamaño encontrada hasta la fecha, la R136a1 (situada en la Gran Nube de Magallanes, una galaxia enana) tiene 265 veces la masa que el sol y más de ocho millones su luminosidad. Su magnitud absoluta de -12,6 la convierte en el astro más brillante conocido. Sin embargo, la R136a1 no es la respuesta a la pregunta que planteamos al principio.
En el camino a la cabeza del ranking de luz, cabe citar a las supernovas. En su superficie se producen explosiones de rayos gamma que pueden emitir más energía en unos minutos que el sol durante los 10.000 millones de años que lleva con vida. No obstante, estos fenómenos duran muy poco tiempo, por lo que no pueden escalar demasiado alto en nuestra lista.
Hasta mediados de los años 80 no existía consenso entre los científicos sobre cuál era ese cuerpo tan brillante que desbanca a todo tipo de estrellas. Hoy, la mayoría están de acuerdo en que para encontrar el cuerpo más luminoso del universo hay que buscar en sus rincones más oscuros: los agujeros negros.
Las mayores de estas formaciones, los agujeros negros supermasivos, llegan a concentrar miles de millones de veces la masa del Sol. Y no es de extrañar, porque son capaces de tragarse varias estrellas. Cuando engullen un astro, se libera un halo de gas y polvo, llamado disco de acreción (puede que te suene si has visto ‘Interestellar’). Esta nube de material gira a tal velocidad que la fricción que origina incrementa la temperatura hasta niveles inimaginables.
Los cuásares, como se conoce a estas fuentes de energía electromagnética, brillan cientos de veces más que las galaxias y pueden encerrar cientos de miles de millones de estrellas. Se conocen unos 200.000 y, aunque su estudio avanza rápidamente, no está del todo claro el proceso que lleva a su formación.
Lo que sí se sabe es que (ahora sí), son los objetos más luminosos del universo conocido. A pesar de que su brillo parezca débil al observarlos a través de un telescopio óptico, su tendencia al color rojo indica que se encuentran a grandes distancias.
El cuásar 3C 273 (en la constelación de Virgo) se sitúa al fin en el podio del fulgor. Se halla de unos 32,5 años luz de la Tierra y su magnitud absoluta es de -26,7. Su luminosidad equivale a cuatro trillones de veces la del Sol.
Y, ya para rizar el rizo, la medalla de oro es para un blazar, un tipo de cuásar que emite un chorro de energía apuntando hacia la Tierra. Concretamente, el 3C 454,3, con una magnitud absoluta de -31,4.
Además de ser los más cegadores, los cuásares son uno de los fenómenos más antiguos del universo. Para mantenerse en este estado, un agujero negro tiene que consumir unas 10 estrellas al año pero, a medida que lo hace, se vuelve más masivo. Llega un punto en que deja de formarse el disco de acreción con cada nueva merienda estelar, con lo que su luminosidad desaparece. Muchos de los cuásares que aún pueden observarse ni siquiera están ahí ya, solo vemos la luz que sigue viajando por el universo